MEJORAR SU AUTONOMÍA Y SU AUTOESTIMA



El grado de dependencia de una persona mayor, esto es, las limitaciones que presenta para realizar sin ayuda una o más tareas básicas de la vida cotidiana, no responde a una fórmula matemática. Aunque la vinculación general entre enfermedad e incapacidad es innegable, su desarrollo depende también de distintos factores que se deben controlar y analizar de manera individual. Algunas personas mayores que padecen el mismo mal que otras se desenvuelven mucho mejor en su vida diaria. En otras ocasiones, personas sin una enfermedad que se pueda considerar generadora de incapacidad presentan una gran dependencia de los demás. Esta pérdida de capacidad funcional de difícil justificación es un fenómeno frecuente que los expertos denominan exceso de incapacidad. El exceso de incapacidad puede definirse como un nivel de funcionamiento de la persona en el desempeño de las actividades necesarias para la vida cotidiana inferior al atribuible a sus condiciones de salud. 

Determinados aspectos psicológicos y socio-ambientales son los responsables de que algunas personas actúen por debajo de su capacidad real. Una parte sustancial de la incapacidad se debe al padecimiento de enfermedades y a otras circunstancias físicas, pero otra parte debe vincularse a factores contextuales, sobre los que se puede intervenir con cierta facilidad, incluso desde la propia familia. Estos factores se refieren de manera fundamental a dos campos: 

-El entorno físico en el que viven las familias. 

-Las actitudes y conductas de las personas cercanas a la persona mayor que pueden favorecer bien su dependencia, bien su autonomía. 

En definitiva, una parte sustancial de la dependencia se debe al padecimiento de enfermedades y a otras circunstancias físicas, pero otra parte de la incapacidad que muestran las personas mayores debe atribuirse a factores contextuales, sobre los que se puede intervenir fácilmente, incluso desde la propia familia.